miércoles, 12 de septiembre de 2007

Solo en casa

Oda a dos cigarrillos que no me fumé en Lisboa, o de como cualquier excusa es buena cuando tienes ganas de escribir y te encuentras solo en casa.

Esta noche solo en casa
viendo el filme de un gurú,
tras un tinto y unas tapas
me apeteció, tururú,
después de un par de cubatas,
fumar un Marlboro Light,
no era un tabaco cualquiera,
era un pito portugués
como Pessoa y como Amalia,
como la Alfama o el fado,
como un buen vino de Oporto,
o un buen pastel de Belem.
Dos cigarros me quedaban
en su caja de cartón,
no sé donde los compré
pero su aroma me lleva
tras un buen postre de nata
y un bacalao en su salsa,
a las tardes de Lisboa
y sus calles empinadas.

jueves, 6 de septiembre de 2007

¡Ay Nieves, lo que te espera!

¡Ay Nieves, lo que te espera!,
decrépitos, malajetas, …
¡están más pollos que nunca!,
esta noche fue el estadio
para ti será en Las Ventas.
Sabina Serrat o Tarrés y Viceversa,
que lío, dos pajarracos,
un bombín o una chistera,
una banqueta art nouveau
o un cubata en las piedras [por On The Rocks].
Emoción es lo que siento
al ver a estos dos puretas,
no sé si quiero a Joaquín
o quiero más a Juanito,
pues los dos tienen su punto,
pero si me pongo digno
he de confesar y admito,
que por no hacer un desaire,
y para ser biennacido,
como yo soy buen canario
como el pájaro y el silbo,
prefiero a Joaquín Serrat
que a los "locos conocidos".

martes, 4 de septiembre de 2007

Enamorarte en Lisboa

Miguel, Inma, Dunia y Carlos
comenzaron en Madrid,
un sábado bien temprano

con Nieves, una vez más,
como anfitriona de lujo,
un viaje peninsular, ibérico y lusitano.
Lisboa era el destino,
clásica y monumental,
justo en Marqués de Pombal
iniciamos un camino
nada fácil de olvidar
por empinados paseos
que logran enamorar
al caminante curioso
que entre La Alfama y El Chiado
detiene su caminar
para dejarse embriagar
por los acordes de un fado
melancólico y lloroso.
Como olvidar a Belem
y su dulzura de nata,
con su fórmula ancestral
que cual valioso tesoro,
protegida por su Torre
a la orilla del caudal,
te ofrece su golosina
como un placer que arrebata
que vale más que un quintal
o que una mina de plata.
Te subiría al Barrio Alto,
te bajaría hasta El Rossio,
en un tranvía de madera
te llevaría a ver el río,
beberíamos vinho verde,
y embriagados y aturdidos,
como yo soy marinero
vendrías conmigo en la proa;
ahora ya sé que podría
enamorarte en Lisboa.